Dejaste el gemido de un cuerpo que quería morir en ese instante en que todo comienza cuando todo acabó. La suave ternura de la palabra siempre, el sabor a luna que tiene la pasión.
Cada noche me acuesto y me adormezco oyendo los relatos de ese amor que comienza en la cocina fría y en la cama deshecha.
Busco y me pregunto cómo se llamaba el calor que te habitaba en el abrazo abierto de tu cuerpo. No lo sé…
¿Quién rompe los besos de tu boca? Nada sé, dolor mío, de tus lágrimas.
Recuerdo en qué esquina nos alojaba la cama.
Ojalá supieras que aun podemos ganar el tiempo que nos roban.
No habrá cuerpos tan dulces y tan vivos como aquellos que dejaron su huella con la palabra adiós. Yo estoy igual que entonces, triste y sola. No significaste más que un fin.
Cada noche me acuesto y me adormezco oyendo los relatos de ese amor que comienza en la cocina fría y en la cama deshecha.
Busco y me pregunto cómo se llamaba el calor que te habitaba en el abrazo abierto de tu cuerpo. No lo sé…
¿Quién rompe los besos de tu boca? Nada sé, dolor mío, de tus lágrimas.
Recuerdo en qué esquina nos alojaba la cama.
Ojalá supieras que aun podemos ganar el tiempo que nos roban.
No habrá cuerpos tan dulces y tan vivos como aquellos que dejaron su huella con la palabra adiós. Yo estoy igual que entonces, triste y sola. No significaste más que un fin.