Todavía es de noche, apenas las siete de la mañana, y observo lo hermosas que parecen las gradas vacías, encharcadas y con las gotas de lluvia dibujando soledad en la frialdad de la piedra. Nada en el horizonte, tan solo las luces de la biblioteca. Pero es mejor así. Anhelo una cámara que pueda reflejar lo que tengo delante, y de pronto mi ojo se convierte en el objetivo, permitiéndome ver mi vida en fotogramas escondida detrás de un teleobjetivo desgastado.
Enciendo un cigarro respaldada del techo del aulario. Hace frío, pero no importa, pues solo pienso en cada gramo, cada vómito provocado por la indiferencia. Y no me siento mejor ni peor por ello, pero necesito el control. Quizá por ahora es lo único que puedo controlar. Sueño con cadáveres y pasteles de chocolate, que curiosamente detesto.
¿Y qué hay tras tu infierno? Silencio, sólo silencio.
Enciendo un cigarro respaldada del techo del aulario. Hace frío, pero no importa, pues solo pienso en cada gramo, cada vómito provocado por la indiferencia. Y no me siento mejor ni peor por ello, pero necesito el control. Quizá por ahora es lo único que puedo controlar. Sueño con cadáveres y pasteles de chocolate, que curiosamente detesto.
¿Y qué hay tras tu infierno? Silencio, sólo silencio.
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