domingo, 8 de noviembre de 2009

Ansiedades de Ausencia


Acababa de separarme de su lado y ya sabía que la privación de su presencia iba a ser un tormento.
Me acompañaba mi llanto desolado y sollozante, el dolor es desgarrador, nadie logrará en mucho tiempo curarme de él. La vida me dio a conocer sus pesares…
Me estremecía la certeza de que un abismo sin fondo se interponía entre mi alma y la de él, entre nuestros sentimientos y entre nuestras voluntades…
Yo quería calmar sus torturas con mis caricias, prefería llorar con él antes que reír con otros. Juzgaba aquello de una impertinencia que lastimaba mi dignidad porque veía venir de lejos esa hostilidad dañina, expresada al principio, en forma de ternura.
Mi carácter se presta mal a situaciones ambiguas, y por eso ahora estoy inmóvil, como sometida a un sueño profundo, pero no duermo, no pienso, sólo siento. Y recuerdo esos ojos celestes de mirada intensa, de tal intensidad que hacían pensar e iluminaban la vida. Esa mirada que mezclaba incertidumbre y esperanza.
Sobrellevo las ansiedades de su ausencia.
Enferma de tristeza sin confesarlo, el abatimiento me invade, torturándome con amarguras no manifestadas. Tristeza irremediable, permanente, eterna…

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