lunes, 5 de octubre de 2009

De la tristeza a la resignación


Ahora, vos y yo solos, hablemos aunque los tiempos no están para tirar palabras, aunque ya no haya palabra que me quite la angustia al filo de los días, cuando ya estás lejano.
Ahora sé que no sos más que esa palabra que no supe decirte y no hay palabras más dolorosas que las que no dijimos. No sé qué decirte ahora que se me cae la vida y en mis ojos de agua está la tristeza de haberlo visto todo y que nada haya sido mío. Había como un miedo a un futuro que era corto como los besos robados en la noche o como la palabra de amor no pronunciada.
El tiempo es un pájaro sin alas y es difícil que vuele más allá de una palabra.
Deseo volver a dormir en tu soñado cuerpo de espuma y de navegaciones. Tus besos y tu espalda, ese dulce reducto donde he muerto mil noches y el beso más querido. Me llevo las marcas de los días junto al labio besado.
Te busco en los mares de las calles que recorrimos cuando tu boca era el naufragio de todos mis gloriosos fracasos. De todos los naufragios, busqué el tuyo sin encontrarlo nunca.
Los días deshacen los recuerdos y el amor es la huella en los días de lluvia.
Incluso los reproches del lunes por la tarde, o el teléfono urgente que nunca contestabas, ni siquiera el delirio de saberte con otra... No me permiten que olvide tu nombre, como tampoco ese tictac del alma cuando el reloj marcaba la hora de encontrarte. Ahora escucho tu nombre, y te lo juro, quisiera sentir al oirlo ese calor de labios y de axilas, esa suave caricia de tus pies en la cama.
He de confesarte, bello, que tus años ahora son un muro que no podrá saltar ni mi alma ni mi corazón. Y ya lo siento.
Te quise durante trescientos noventa días. Ahora tengo miedo de sentir en el pecho las noches más hermosas de tu piel olvidada. En la nostalgia de tu nombre y tu boca he descubierto, al fin, que si hay infierno, está en nunca olvidar que un poco me quisiste. Sigo buscando algo que pueda redimirme cuando dejé tu cuerpo a merced del naufragio aunque no tenga la capacidad de olvidarte.
Y me paso los días recordando tu cuerpo, escuchando tus pasos, sintiendo tu olor, o te espero despierta en las noches de frío. Porque ahora, mientras tomo despacio el desayuno, sé que vivís en este pecho mío, aunque ya no me quieras, aunque nunca hayas vuelto.

2 comentarios:

Unknown dijo...

la pariente rica...

pobre sería no sentir

guau

me identifiqué tanto, soy un peligro como lectora.

*CeLaiNa* dijo...

Es lo q me está pasando últimamente, Je...